El llamado a predicar el evangelio es un mandato divino que ha sido transmitido a lo largo de la historia de la iglesia, pero en la tradición pentecostal, este llamado se vive con una intensificación del poder del Espíritu Santo. El ministerio pastoral, dentro de la experiencia pentecostal, se caracteriza por un fervor evangelístico y una convicción profunda de que el poder de Dios se manifiesta a través del Espíritu Santo para cambiar vidas y sanar corazones.
En la iglesia pentecostal, el llamado no solo implica la predicación de la Palabra, sino también una vida llena del Espíritu Santo. Los pastores pentecostales son llamados a predicar, sí, pero también a impartir poder, sanidad, y avivamiento en las vidas de aquellos que escuchan el mensaje. El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, habla sobre el papel del pastor como un regalo del Espíritu Santo para la iglesia, diciendo:
"Y Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros." — Efesios 4:11 (Reina-Valera 1960)
Este versículo resalta que el llamado a pastorear es una obra sobrenatural que debe ser respaldada por el poder del Espíritu Santo, para edificar y equipar a la iglesia.
La Vocación Pastoral en el Contexto Pentecostal
El llamado pastoral en la iglesia pentecostal es un acto de obediencia y pasión por ver el avivamiento del Espíritu en la vida de los creyentes. No es solo predicar el evangelio, sino también guiar, discipular y ver la obra del Espíritu Santo moviéndose poderosamente en la congregación. Los pastores pentecostales están llamados a ser instrumentos de poder, como lo fueron los apóstoles en el Día de Pentecostés. En Hechos 1:8, Jesús les dice a los discípulos:
"Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra." (Reina-Valera 1960)
El llamado a pastorear en la iglesia pentecostal está marcado por la unción del Espíritu Santo, el cual capacita a los pastores para llevar a cabo la misión divina de predicar, sanar, liberar y discipular. El pastor pentecostal no solo es un líder, sino un "instrumento del poder de Dios", guiando a su iglesia hacia la plenitud de la vida en el Espíritu.
Ejemplos de Pastores Pentecostales Influyentes
La historia del movimiento pentecostal está llena de pastores que respondieron con fe al llamado de Dios, y su ministerio ha sido un testimonio de la obra del Espíritu Santo. Algunos de estos pastores fueron clave en la expansión del movimiento y en el avivamiento de la iglesia. Aquí algunos ejemplos:
William J. Seymour (1870-1922):
Seymour fue un pastor afroamericano que desempeñó un papel fundamental en el avivamiento de la calle Azusa en Los Ángeles, California, en 1906, que marcó el inicio del movimiento pentecostal moderno. A través de este avivamiento, miles de personas experimentaron el bautismo con el Espíritu Santo, y el mensaje pentecostal se expandió por todo el mundo. Seymour, aunque inicialmente enfrentó mucho rechazo y racismo, continuó siendo fiel al llamado de Dios, guiando a una generación hacia una experiencia renovada del poder de Dios. Él no solo predicó el evangelio, sino que vivió una vida marcada por la humildad, la oración y una profunda dependencia del Espíritu Santo.
David Wilkerson (1931-2011):
Wilkerson fue un pastor pentecostal conocido por su trabajo con jóvenes en Nueva York, particularmente con pandilleros, y por su fundación de la organización "Teen Challenge". A lo largo de su vida, Wilkerson fue un predicador comprometido con la predicación del evangelio y el trabajo con aquellos que vivían en la marginación. Su llamado fue claramente dirigido por el Espíritu Santo, y a pesar de los desafíos, su ministerio creció y tocó innumerables vidas. En su obra "La Cruz y el Puñal", Wilkerson relata cómo respondió al llamado de Dios para ir a Nueva York y predicar a los jóvenes que estaban atrapados en la violencia y el pecado. Su vida es un testimonio del poder de Dios para transformar incluso a los más perdidos.
T.L. Osborn (1923-2013):
El evangelista y pastor T.L. Osborn fue conocido por sus cruzadas evangelísticas en todo el mundo. Durante su vida, predicó en más de 80 países, siendo un ferviente defensor de la sanidad divina y el poder del Espíritu Santo en la vida del creyente. Osborn fue un hombre apasionado por la predicación del evangelio y la manifestación del poder de Dios, viendo milagros y sanidades a través de su ministerio. Su vida muestra cómo el llamado a pastorear no es solo para predicar, sino para llevar la presencia de Dios de una manera tangible, transformando las vidas de las personas.
El Llamado a Servir con Humildad y Poder
El llamado a predicar y pastorear es un llamado que exige humildad, pero también exige poder. Como pastores, somos llamados a servir a la iglesia no solo con nuestras palabras, sino con el poder transformador del Espíritu Santo. El Espíritu Santo no solo respalda la predicación, sino que también capacita al pastor para que lleve a cabo milagros, sanidades y obras que revelen la gloria de Dios. Jesús mismo nos dio un ejemplo claro de lo que significa ser un pastor, dándonos la vida por las ovejas.
En Juan 10:11, Jesús dice:
"Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas." (Reina-Valera 1960)
Este pasaje nos recuerda que el llamado al ministerio es un acto de sacrificio. El pastor no debe buscar su propio beneficio, sino dar su vida por el pueblo de Dios, predicando la verdad y siendo un ejemplo de amor y dedicación.
El llamado a pastorear es un llamado a vivir bajo la unción del Espíritu Santo, a predicar el evangelio con poder y a guiar a la iglesia en la experiencia continua del Espíritu.
Es un llamado que no se basa en habilidades humanas, sino en la obediencia al Espíritu Santo y el sacrificio personal. Siguiendo el ejemplo de pastores como William J. Seymour, David Wilkerson y T.L. Osborn, podemos entender que el ministerio pastoral es una tarea de vida, un llamado divino que requiere entrega, fe y un corazón dispuesto a ver el avivamiento de Dios en el pueblo.
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