El Sermón del Monte
Introducción
El Sermón del Monte, registrado en los capítulos 5 al 7 del Evangelio de Mateo, representa la esencia de la enseñanza de Jesús acerca del Reino de Dios. Es una exposición profunda de principios espirituales que trascienden la ley mosaica, y al mismo tiempo la cumplen en su más alta expresión. Jesús no habla aquí a líderes religiosos solamente, sino a todo aquel que quiera entrar en la vida del Reino, marcando una pauta de conducta, ética y espiritualidad. Esta enseñanza tiene como trasfondo la Ley y los Profetas, y representa un cumplimiento pleno, no una abolición. En este estudio utilizamos la Reina-Valera 1960 como texto base, con referencias cruzadas desde la Biblia Thompson, los comentarios teológicos de la Biblia Plenitud, comparaciones con la Tanaj hebrea y notas sobre el griego koiné del Nuevo Testamento.
Las bienaventuranzas
Jesús inicia su mensaje con una serie de declaraciones conocidas como las bienaventuranzas. Cada una de ellas comienza con la palabra "Bienaventurados" (en griego, "makários"), que significa bendecidos por Dios, afortunados espiritualmente. Esta estructura recuerda a los Salmos (por ejemplo, el Salmo 1) y a otros textos sapienciales de la Tanaj, pero con una nueva perspectiva centrada en el Reino de los Cielos. En la Biblia Plenitud, se destaca que las bienaventuranzas no son promesas futuras únicamente, sino realidades presentes para quienes viven bajo el gobierno del Reino.
Los pobres en espíritu son aquellos que reconocen su necesidad de Dios. En la Biblia Thompson, esta actitud se conecta con Isaías 57:15, donde Dios habita con el quebrantado y humilde. Los que lloran lo hacen por el pecado, por la injusticia, por el estado del mundo y sus propias debilidades. Los mansos, lejos de ser débiles, son aquellos que renuncian a la violencia para heredar la tierra, como se ve reflejado en los escritos sapienciales judíos. Los que tienen hambre y sed de justicia buscan con pasión una vida conforme al carácter de Dios. Los misericordiosos reflejan el corazón del Padre, conforme al ideal de Miqueas 6:8. Los de limpio corazón no son perfectos, sino íntegros, sin doblez, una cualidad exaltada en los Salmos. Los pacificadores se identifican como hijos de Dios porque reproducen Su obra de reconciliación, anticipando el ministerio apostólico de la reconciliación en 2 Corintios 5:18-20. Los perseguidos por causa de la justicia son considerados dignos del Reino, pues participan del rechazo que sufrió Cristo mismo.
Sal y luz
Jesús declara que sus discípulos son la sal de la tierra y la luz del mundo. La sal era un bien preciado en el mundo antiguo, símbolo de alianza (Levítico 2:13), pureza y preservación. Representa la influencia preservadora del Reino en un mundo corrupto. En la Tanaj, la luz es símbolo de la revelación y presencia divina, como lo vemos en Isaías 60. Jesús afirma que sus seguidores deben brillar con sus obras para glorificar al Padre, no para enaltecerse. El griego usa la palabra "kalá" para describir las buenas obras, lo que implica belleza y excelencia moral.
Jesús y la Ley
Jesús aclara que no ha venido para abolir la Ley o los Profetas, sino para cumplirlos. En el griego, el verbo utilizado es "plēróō", que implica llevar a la plenitud. Esto significa que la enseñanza de Jesús no elimina la Ley, sino que la interpreta en su verdadera intención. La Biblia Thompson muestra referencias entre estas enseñanzas y Deuteronomio, Proverbios e Isaías. A través de seis antítesis que siguen a esta declaración, Jesús revela la profundidad espiritual de la Ley. No basta con evitar el asesinato; es necesario sanar la ira. No solo se trata de evitar el adulterio, sino de erradicar la lujuria del corazón. El divorcio es abordado como una transgresión del diseño original de Dios. Jesús enseña que la integridad debe reemplazar los juramentos. En lugar de venganza, llama a la no resistencia activa. Finalmente, en lugar de amar solo a los que nos aman, llama al amor hacia los enemigos.
Estas enseñanzas tienen un trasfondo legal y espiritual. Por ejemplo, la "ley del talión" (ojo por ojo) permitía limitar la venganza en la Torá (Éxodo 21:24), pero Jesús la supera con una actitud que no se rinde ante el mal, sino que lo vence con el bien. Esta es la justicia mayor a la de los escribas y fariseos, una justicia del corazón, mencionada también en los profetas, especialmente en Jeremías 31:33 y Ezequiel 36:26-27, donde Dios promete un nuevo corazón y Su ley escrita en el interior.
La piedad en secreto
Jesús corrige la práctica de la justicia religiosa cuando es usada para buscar aprobación humana. Dar limosna, orar y ayunar no deben ser exhibiciones públicas, sino actos íntimos ante el Padre. En esta sección encontramos el Padrenuestro, la oración modelo que equilibra adoración, sumisión al Reino, dependencia diaria, perdón y protección espiritual. Esta oración revela una relación de confianza y reverencia, no de ritual vacío. El uso del término "Padre" (Abba en arameo) habla de una cercanía inédita para muchos oyentes de origen judío, acostumbrados a una reverencia más distante. En la Biblia Plenitud, se enfatiza que esta oración resume toda la vida cristiana en comunión con Dios.
Jesús advierte también sobre acumular tesoros en la tierra, donde se corrompen y se pierden. En contraste, invita a hacer tesoros en el cielo, mediante una vida orientada a lo eterno. Esta enseñanza se relaciona con el corazón: donde está el tesoro, allí estará también el corazón. Además, denuncia la ansiedad como una falta de fe en la providencia del Padre, que viste los lirios del campo y alimenta las aves. El creyente es llamado a buscar primero el Reino de Dios y su justicia. Este principio conecta con las promesas del pacto en Deuteronomio 28 y con la sabiduría de los Proverbios.
Relaciones con los demás
Jesús enseña que no debemos juzgar a los demás con hipocresía. El juicio justo no está prohibido, pero sí el juicio sin misericordia. El discípulo debe examinarse primero antes de corregir a otro. Jesús también exhorta a perseverar en la oración, afirmando que Dios da buenas cosas a los que le piden. En este contexto aparece la Regla de Oro: hacer con los demás lo que quisiéramos que se hiciera con nosotros. Esta frase, que existía en forma negativa en la ética rabínica y griega (no hagas a otros lo que no quieras que te hagan), es transformada por Jesús en una forma activa y propositiva. Esta actitud refleja el carácter expansivo del amor divino.
Advertencias finales
Jesús concluye su sermón con una serie de contrastes: dos caminos (uno ancho y uno angosto), dos árboles (uno bueno y uno malo), dos tipos de profetas (verdaderos y falsos), dos tipos de seguidores (los que hacen la voluntad del Padre y los que solo dicen "Señor, Señor"), y dos cimientos (la roca y la arena). Estas metáforas ilustran que no basta con oír las palabras de Jesús, sino que es necesario obedecerlas. El verdadero discípulo no solo escucha, sino que pone en práctica lo que ha recibido. La obediencia es la roca firme que resiste las tormentas de la vida. Esta sección recuerda los contrastes entre el justo y el impío en los Salmos y Proverbios, y la figura del necio y el sabio en la literatura sapiencial de la Tanaj.
El Sermón del Monte es mucho más que una colección de enseñanzas morales. Es la expresión viva del Reino de Dios, donde la justicia fluye desde el interior, la humildad reemplaza la autojustificación, y el amor sustituye el odio. Jesús nos llama a una vida diferente, no por medio de la perfección legalista, sino por la transformación del corazón que produce el Espíritu. Esta enseñanza, aunque exigente, no es imposible: es el resultado de una vida vivida en comunión con el Padre y en dependencia de su gracia. Es el camino angosto, pero también el camino glorioso que lleva a la vida eterna. Como señala la Biblia Plenitud, este sermón muestra el carácter del ciudadano del Reino, y la Biblia Thompson destaca cómo cada enseñanza tiene ecos profundos en las Escrituras hebreas. El Sermón del Monte es, por tanto, la guía definitiva para vivir la ética del Reino de los Cielos aquí y ahora, en espera de su consumación plena en la venida del Rey.
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