Cuando hablamos del “primer amor en Cristo”, no nos referimos a una emoción pasajera o una experiencia superficial. Hablamos de ese fervor inicial, esa entrega total, ese momento en que el alma se rindió por completo al Salvador. Es ese instante inolvidable donde el corazón se encendió de pasión por Jesús y todo lo demás parecía perder importancia. Es la llama que, aunque a veces se debilita, está destinada a arder eternamente.
El primer amor: una experiencia transformadora
La Biblia habla del primer amor de forma directa en el libro de Apocalipsis, cuando Jesús le habla a la iglesia de Éfeso:
“Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.”
— Apocalipsis 2:4 (RVR1960)
El Señor no dice que lo han perdido, sino que lo han dejado. Esto implica una acción, una decisión, aunque sea inconsciente, de alejarse del fuego inicial. La advertencia es clara y va acompañada de una invitación:
“Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras...”
— Apocalipsis 2:5a (RVR1960)
La Biblia Plenitud comenta que esta reprensión no se refiere a falta de doctrina o trabajo (pues la iglesia de Éfeso tenía ambas), sino a la pérdida del afecto profundo y sincero hacia Cristo. La comunión ferviente fue reemplazada por rutina religiosa. Dios anhela una relación viva, no solo un servicio mecánico.
¿Qué caracteriza el primer amor?
1. Pasión pura por Cristo
El primer amor se caracteriza por un deseo ardiente de estar con Jesús, de conocerlo más, de orar, de leer Su Palabra, de compartir de Él con otros.
“A quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso.”
— 1 Pedro 1:8 (RVR1960)
Esa alegría inexplicable es el fruto del primer amor: un gozo que nace de la relación con el Salvador, no de las circunstancias.
2. Entrega total y sin reservas
Cuando Cristo toca el corazón, el alma se rinde sin condiciones. Se deja todo por seguirle.
“El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí.”
— Mateo 10:37 (RVR1960)
No porque Jesús quiera que abandonemos a nuestras familias, sino porque en ese primer amor Él ocupa el trono del corazón por completo.
La obediencia en el primer amor no es por obligación, sino por amor. No es un deber, es un privilegio.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos.”
— Juan 14:15 (RVR1960)
La Biblia Plenitud resalta que el amor a Cristo se evidencia en una vida de obediencia, no por temor, sino por devoción.
El peligro de dejar el primer amor
Cuando dejamos el primer amor, nuestra vida cristiana se vuelve religiosa, fría, rutinaria. Seguimos asistiendo a la iglesia, sirviendo, incluso leyendo la Biblia… pero el fuego no está. Y Jesús lo nota.
“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.”
— Mateo 15:8 (RVR1960)
La Biblia Plenitud comenta que el corazón es el centro del ser, y que el verdadero culto comienza allí. Una vida sin el primer amor es una vida sin esencia, sin unción, sin impacto.
Volver al primer amor no es cuestión de sentimientos, es una decisión espiritual que requiere tres pasos, como se ve en Apocalipsis 2:5:
“Recuerda, por tanto, de dónde has caído…”
Trae a tu memoria esos momentos cuando tu corazón latía más fuerte por Jesús. Recuerda lo que sentías, lo que hacías, cómo orabas, cómo confiabas.
“… y arrepiéntete…”
Reconoce que te alejaste, que el corazón se enfrió, que otras cosas ocuparon el lugar de Cristo. El arrepentimiento no es solo tristeza; es cambio de dirección.
3. Hacer las primeras obras
“… y haz las primeras obras.”
Vuelve a buscarle con intensidad. Retoma esos hábitos que cultivaban tu intimidad con Él: oración sincera, lectura apasionada, adoración sin reservas, servicio con gozo.
El Espíritu Santo: clave para renovar el primer amor
La Biblia Plenitud enseña que es el Espíritu Santo quien derrama el amor de Dios en nuestros corazones:
“Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
— Romanos 5:5 (RVR1960)
Cuando sientas que la llama se apaga, clama al Espíritu Santo. Él es quien aviva, quien enciende, quien restaura.
Un amor que nunca se apaga
El primer amor no está destinado a ser solo una etapa. Es un fuego que puede mantenerse encendido si cuidamos la intimidad con Cristo día a día. No es algo que se perdió para siempre; es algo que se puede recuperar.
Dios no te llama solo a servirle. Te llama a amarle. A tener comunión con Él. A rendirte nuevamente. A recordar por qué todo comenzó.
Hoy, Jesús te hace la misma pregunta que le hizo a Pedro:
“¿Me amas?”
— Juan 21:17 (RVR1960)
Y si tu respuesta es sí, aunque sea con un amor herido o apagado, Él restaurará ese fuego.
Publicar un comentario