EL ARREBATAMIENTO: ESPERANZA, PROMESA Y PREPARACIÓN
Introducción
El arrebatamiento es uno de los eventos más significativos en la escatología cristiana. Se trata del acto soberano en el cual Cristo recogerá a los creyentes fieles para estar con Él para siempre. Esta doctrina, profundamente enraizada en las Escrituras, ha sido objeto de estudio, esperanza y, a veces, confusión dentro del cuerpo de Cristo. Su base teológica se sustenta en pasajes clave del Nuevo Testamento, interpretados a la luz del griego original y las versiones Reina-Valera 1960, Biblia Plenitud y Biblia Thompson.
El término “arrebatamiento” no aparece como tal en la Reina-Valera, pero el concepto está claramente expresado en la palabra griega ἁρπάζω (harpazō), que implica una acción repentina, poderosa, irresistible, realizada por Dios mismo.
Fundamento bíblico del arrebatamiento
1 Tesalonicenses 4:13-18
Este es uno de los pasajes centrales que describen el arrebatamiento. El apóstol Pablo quiere consolar a los creyentes de Tesalónica que estaban preocupados por sus hermanos fallecidos. Les asegura que, cuando Cristo vuelva, tanto los muertos en Cristo como los vivos serán reunidos con Él.
Pablo utiliza la expresión “palabra del Señor”, lo que indica que esta enseñanza fue recibida por revelación divina, no es especulación ni tradición humana.
El orden de los eventos es claro: Cristo desciende, los muertos en Cristo resucitan, luego los vivos son arrebatados.
La frase “con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios” indica solemnidad, poder y autoridad celestial. No es un acto oculto, sino una proclamación gloriosa.
Texto griego destacado:
ἁρπαγησόμεθα – “seremos arrebatados”: forma pasiva futura del verbo “harpazō”, implica que no es una acción humana, sino un acto divino irresistible.
σὺν αὐτοῖς ἐν νεφέλαις – “juntamente con ellos en las nubes”: indica unidad y dirección hacia arriba, no como un símbolo, sino como una acción literal.
La iglesia no está llamada al miedo ni a la confusión frente a la muerte. Este pasaje ofrece un consuelo genuino: la separación es temporal y la reunión es eterna. El arrebatamiento no es solo un escape, sino una coronación de la fidelidad.
El misterio revelado: 1 Corintios 15:50-54
Aquí Pablo expone un “misterio”, es decir, una verdad que antes estaba oculta pero ahora ha sido revelada. La transformación de los creyentes es necesaria porque la carne y la sangre, en su estado actual, no pueden heredar el reino de Dios.
La transformación será en un momento, palabra griega ἀτόμῳ (“átomo”), la unidad de tiempo más pequeña imaginable.
No todos morirán (“no todos dormiremos”), pero todos serán transformados, lo que incluye un cambio de cuerpo, de naturaleza y de gloria.
Pablo cita Isaías 25:8: “Sorbida es la muerte en victoria”. El arrebatamiento será la máxima derrota del sepulcro para los redimidos.
Este texto resalta la certeza del poder de Dios sobre la muerte. No se trata solo de una resurrección espiritual, sino de una transformación literal del cuerpo. El evangelio promete una victoria completa: alma, cuerpo y espíritu serán redimidos. Es el cumplimiento de la esperanza cristiana integral.
Preparación y promesa: Juan 14:1-3
Jesús mismo promete regresar por los suyos. Es un pasaje profundamente personal y pastoral.
“Voy, pues, a preparar lugar para vosotros”: Cristo no solo redime, también edifica un destino eterno para cada creyente.
“Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo”: esta es una promesa directa del Señor, sin condición ni ambigüedad.
El arrebatamiento no es solo un evento profético, es una expresión del amor de Cristo por su iglesia. Él no enviará ángeles, no delegará esta misión: vendrá Él mismo por su novia.
Seguridad escatológica: Apocalipsis 3:10
A la iglesia fiel de Filadelfia, Jesús promete: “yo también te guardaré de la hora de la prueba”. Este pasaje es utilizado por muchos como fundamento para el arrebatamiento pretribulacional.
La frase griega τηρήσω ἐκ τῆς ὥρας significa “te guardaré fuera de la hora”. No es solo protección durante la prueba, sino exclusión de la misma.
Se refiere a una “prueba que ha de venir sobre el mundo entero”, es decir, un juicio global (como la Gran Tribulación).
Cristo conoce a su iglesia y no la ha destinado para ira (1 Tesalonicenses 5:9). Su promesa de guardarla refleja su fidelidad, no su deseo de castigarla. Este versículo reafirma que los redimidos serán librados de la tribulación venidera.
Esperanza viva: Filipenses 3:20-21
Pablo recuerda que nuestra ciudadanía no es terrenal. El creyente espera a un Salvador que no solo viene, sino que transforma.
“Transformará el cuerpo de la humillación nuestra” es una expresión fuerte: habla de redención física. El cuerpo actual es frágil, corruptible y limitado.
“Semejante al cuerpo de la gloria suya”: la referencia es al cuerpo glorificado de Cristo después de su resurrección.
No hay verdadera escatología sin cristología. El objetivo final no es escapar de la tierra, sino ser conformados a Cristo. El arrebatamiento es parte del proceso de glorificación.
El arrebatamiento es un evento literal y glorioso
No es simbólico ni espiritualizado. Cristo mismo vendrá por los suyos con poder y gloria.
Es inminente y sorpresivo
Aunque no sabemos el día ni la hora, sí sabemos que debemos estar preparados. La parábola de las vírgenes (Mateo 25) enseña la importancia de la vigilancia espiritual.
Es consuelo para el creyente
En medio del dolor, la muerte y la persecución, esta doctrina trae esperanza y propósito.
Es motivo de santidad
1 Juan 3:3 dice: “todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. Esperar el arrebatamiento debe conducir a una vida consagrada.
El arrebatamiento es una promesa gloriosa, una esperanza bendita y un llamado a la preparación. La comparación entre la Reina-Valera 1960, la Biblia Plenitud, la Thompson y el griego nos permite ver que este no es un mensaje nuevo, ni inventado, sino profundamente bíblico y coherente.
Cristo viene por su iglesia, y esa venida será repentina, gloriosa, visible para los suyos, y definitiva.
Vivamos como quienes esperan no solo un evento, sino a una Persona: nuestro Señor Jesucristo.
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