El poder de la lengua que no sea para muerte si no para vida


El poder de la lengua

Basado en la Biblia Reina-Valera 1960

La lengua, ese pequeño miembro de nuestro cuerpo, posee un poder desproporcionado a su tamaño. Puede edificar o destruir, puede ser instrumento de bendición o de maldición. La Biblia nos advierte de manera clara y contundente sobre su influencia en nuestras vidas y en las vidas de los demás.

En Proverbios 18:21 leemos:

"La muerte y la vida están en poder de la lengua, Y el que la ama comerá de sus frutos."

Este versículo revela una verdad fundamental: nuestras palabras tienen consecuencias. Con la lengua podemos animar a un corazón quebrantado o podemos herirlo profundamente. Podemos construir la paz o fomentar la división. El fruto de nuestras palabras será nuestra recompensa o nuestro juicio.

Santiago, en su carta, dedica todo un pasaje a advertirnos sobre el uso de la lengua.

En Santiago 3:5-6 declara:

"Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad; la lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno."

La imagen es fuerte y clara: nuestras palabras pueden ser como un fuego que destruye todo a su paso si no es controlado. Muchas veces, sin pensar, dejamos salir palabras que humillan, calumnian, hieren o mienten. El daño que hacen puede ser irreversible, especialmente si viene de alguien cercano.

Pero así como puede ser instrumento de destrucción, la lengua también puede ser usada para el bien.

Proverbios 15:4 dice:

"La lengua apacible es árbol de vida; Mas la perversidad de ella es quebrantamiento de espíritu."

Una palabra dicha con sabiduría, con ternura, con verdad, puede restaurar, consolar y sanar. La lengua del justo es como medicina (Proverbios 12:18), porque habla conforme al corazón de Dios.

Jesús mismo advirtió que de la abundancia del corazón habla la boca (Mateo 12:34). Por eso, nuestras palabras reflejan el estado espiritual de nuestro interior. No basta con intentar controlar la lengua, es necesario también rendir nuestro corazón a Cristo. Solo así podremos hablar conforme a su voluntad.

Pidamos a Dios que ponga en nosotros un espíritu de mansedumbre, y que nos dé dominio propio para hablar lo que edifica.

Como dice el salmista:

"Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios." (Salmo 141:3)

La lengua tiene poder para dar vida o para traer muerte. Como hijos de Dios, somos llamados a usarla para bendecir, para edificar y para hablar verdad en amor. Que nuestras palabras sean reflejo de Cristo en nosotros.

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