Es Hora de Salir de la Comodidad y Volver al Mensaje de Cristo


Salir de la Comodidad y Volver al Mensaje de Cristo

Vivimos en tiempos en los que muchas iglesias han cambiado su enfoque del verdadero llamado del Evangelio. En lugar de ser centros de entrenamiento y envío para alcanzar al mundo con el mensaje de salvación, se han convertido en refugios perpetuos donde el pueblo es mantenido en una comodidad peligrosa, alimentado con la idea de que deben permanecer como enfermos crónicos, siempre necesitados, siempre dependientes, siempre sujetos... pero no al Espíritu Santo, sino a estructuras humanas.

Se nos ha enseñado que la sanidad, la bendición, el progreso espiritual y hasta la salvación misma están condicionadas a la asistencia continua al templo físico, al diezmo, a la ofrenda, y a una obediencia ciega al liderazgo pastoral. Se nos prohíbe “juzgar”, aunque la Escritura manda claramente a discernir, a exhortar, a reprender con amor y a probar los espíritus (1 Juan 4:1). ¿Dónde quedó la libertad del Espíritu? ¿Dónde está el llamado a ser enviados, como lo hizo Cristo con sus discípulos?

La Palabra de Dios dice:

“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” — Marcos 16:15

El mandato no fue: “quédense congregados, cómodos, escuchando siempre al mismo hombre y esperando su próxima palabra”, sino “ID”. El verbo es claro, es acción, es movimiento. El mensaje de Cristo no es un entretenimiento de domingo, ni un sistema cerrado en cuatro paredes. Es fuego que arde y que debe encender corazones. Es mensaje que salva y que debe ser llevado a los que no han oído.

Muchos están esperando que los perdidos lleguen a la iglesia, pero Jesús no dijo que esperáramos sentados. Él dijo:

“Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.” — Juan 17:18

Cristo no vino a establecer un sistema religioso. Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas 19:10). Él fue a los marginados, a los enfermos, a los pecadores. ¿Y nosotros? ¿Qué hacemos con el mensaje que se nos dio? ¿Lo guardamos cada semana en las sillas de una congregación mientras afuera la gente muere sin conocer al Salvador?

La iglesia no es un hospital sin alta médica. Es un cuartel de soldados que deben ser entrenados y enviados. Sí, debemos congregarnos, como dice Hebreos 10:25, pero no para depender del púlpito como una muleta eterna, sino para ser edificados y equipados para la obra del ministerio (Efesios 4:12).

El mensaje de Cristo es suficiente. No se necesita otro evangelio, ni añadiduras humanas. Él dijo:

“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” — Juan 14:6

Y también:

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” — Juan 8:32

Libres, no esclavos de estructuras, de manipulación emocional, ni de temores disfrazados de “autoridad espiritual”. Sujetarnos a los pastores sí, pero como guías y ejemplos del rebaño (1 Pedro 5:3), no como señores de nuestras conciencias. Porque nuestro único Señor es Cristo.

Es hora de despertar del letargo religioso. El mundo se pierde, no por falta de iglesias, sino por falta de mensajeros. ¿Dónde están los obreros? ¿Dónde están los que se levantarán, saldrán y anunciarán la verdad sin temor?

Volvamos a la senda antigua: Cristo es el mensaje. No hay más. No es una marca, ni un método, ni una estrategia de púlpito. Es Él, su vida, su cruz, su resurrección, su poder y su amor.

Despierta, Iglesia. Sal de la comodidad. El tiempo es corto. El mensaje debe correr.

“Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?” — Romanos 10:13-14

Amén.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente

Artículos Relacionados