El deber de los gentiles convertidos a Cristo


El deber de los gentiles convertidos a Cristo

Anunciar el mensaje de Cristo

El Señor dijo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura". Quien ha sido alcanzado por la verdad no puede guardarla para sí. El mensaje que Cristo predicó fue el Reino de Dios, el arrepentimiento, la fe, la obediencia, el perdón y la santidad.

El deber principal del convertido es proclamar este mensaje: que Dios ha establecido un Reino eterno por medio de su Hijo, que todo hombre debe arrepentirse, creer en Él, nacer de nuevo y seguirle. Esto se hace con la vida y con la palabra.

Apartarse de la idolatría y de las prácticas impuras

Se decidió que los gentiles convertidos a Dios se apartaran de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de lo ahogado y de sangre.

No se puede servir a Dios y al mismo tiempo practicar lo que antes se hacía en ignorancia. La idolatría, la inmoralidad sexual y las costumbres paganas deben ser abandonadas completamente. El nuevo creyente debe andar en pureza y obediencia.

Vivir según el Espíritu y no conforme a la carne

Si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.

El creyente no vive ya para sí ni para sus pasiones. Ahora está llamado a vivir en el Espíritu, negando todo lo que antes lo dominaba: la mentira, el egoísmo, la impureza, la ira, la codicia. El deber es andar conforme a la voluntad de Dios revelada por su Espíritu.

Integrarse como miembro activo del pueblo de Dios

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.

El gentil que se convierte es parte del pueblo santo. No debe aislarse, ni sentirse extraño. Es parte de la familia espiritual, y su deber es amar, servir, contribuir a la edificación común, estar sujeto a la enseñanza y caminar en unidad con el cuerpo de Cristo.

Perseverar en la enseñanza, la comunión y la oración

Perseveraban en la doctrina, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

El creyente no ha sido llamado a una experiencia momentánea, sino a una vida de constancia. Debe alimentarse de la Palabra, mantenerse en comunión con otros creyentes, participar de la Cena del Señor con reverencia y orar constantemente.

No retroceder, sino avanzar hacia la madurez

El justo vivirá por la fe, y si retrocede, no agradará a Dios. Pero los que han creído tienen fe para preservar su alma.

Quien ha comenzado la carrera de la fe no debe detenerse ni volver atrás. El mundo, el pecado y las falsas enseñanzas intentarán desviarlo, pero su deber es resistir, permanecer firme y madurar. La fidelidad hasta el fin es señal del verdadero hijo de Dios.

El gentil que se convierte a Cristo es llamado a ser luz, testigo, miembro del Reino, siervo obediente y proclamador del evangelio. Su deber no es solamente moral o espiritual, sino también misionero, comunitario y eterno. El que ha nacido de nuevo, debe vivir como tal, bajo el señorío de Cristo, lleno del Espíritu, y con la esperanza del Reino venidero.

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