Nunca olvides de dónde Dios te sacó
Todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, estuvimos lejos de Dios.
Algunos vivíamos sumidos en las adicciones, otros en la mentira, en la violencia, en el egoísmo, en la desesperanza.
Había quienes fuimos esclavos de las drogas, del alcohol, de la prostitución, de estilos de vida que nos alejaban cada vez más de la luz.
Otros simplemente vivíamos sin rumbo, perdidos en la soledad o en el dolor, buscando en el mundo algo que llenara el vacío que solo Dios puede llenar.
La Biblia dice:
"Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire,
el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia;"
(Efesios 2:1-2, RVR1960)
Estábamos muertos espiritualmente. Nuestra alma clamaba por vida, aunque ni siquiera éramos conscientes de ello.
En ese tiempo, buscábamos amor donde solo encontrábamos vacío.
Buscábamos identidad en lugares que solo nos daban cadenas.
Éramos como ovejas sin pastor, heridas, perdidas, atrapadas en un círculo del cual parecía imposible salir.
Pero entonces, Dios apareció.
No fuimos nosotros quienes lo encontramos primero; fue Él quien nos buscó.
Su amor cruzó la distancia que nosotros jamás hubiéramos podido cruzar.
Su gracia se inclinó hasta nuestra ruina y nos levantó.
La Palabra nos recuerda con ternura:
"Mas Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)."
(Efesios 2:4-5, RVR1960)
La Biblia Thompson conecta esta verdad con el tema de la restauración divina: Dios no solo nos rescató del pecado, nos restauró para Su gloria.
¡Qué precioso saber que no importó cuán bajo caímos!
A los ojos de nuestro Padre, todavía éramos valiosos.
No nos definieron nuestras caídas, ni nuestros errores, ni nuestros pasados oscuros.
Lo que nos definió fue el amor eterno de Dios.
El apóstol Pablo les decía a los corintios algo que hoy también nos dice a nosotros:
"¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis:ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,
ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús,
y por el Espíritu de nuestro Dios."
(1 Corintios 6:9-11, RVR1960)
¡Qué maravilla leer esas palabras!
"Y esto erais algunos..."
¡Éramos, pero ya no somos!
Hoy somos lavados, santificados y justificados.
La Biblia Plenitud enseña que esta obra es fruto del Espíritu Santo, quien actúa en nosotros, limpiando, renovando, y dándonos una nueva identidad.
Y no solo nos limpió... nos dio propósito.
Hoy no caminamos solos. Hoy somos cartas vivas de su amor.
Hoy, donde antes había vergüenza, hay testimonio.
Donde había cadenas, hay libertad.
Donde había desesperanza, hay una luz brillante que no se apaga.
La Escritura afirma:
"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas."(2 Corintios 5:17, RVR1960)
No olvides jamás de dónde Dios te sacó.
Ese recuerdo no es para condenación, sino para mantener siempre un corazón humilde y agradecido.
Es para que, cuando veas a otros todavía atrapados en el lodo, recuerdes que tú también estuviste allí… y que hay esperanza también para ellos.
Que nunca olvidemos que todo fue por gracia.
Oración Final
Amado Padre,
hoy nos presentamos delante de Ti con un corazón lleno de gratitud.
Recordamos, Señor, de dónde nos sacaste: de la oscuridad, del pecado, de las cadenas que nos ataban.
Gracias porque no te olvidaste de nosotros, porque no nos diste la espalda cuando estábamos lejos.
Tu amor fue más grande que nuestra maldad, y tu gracia más poderosa que nuestro pecado.
Hoy somos testigos de Tu misericordia, Señor.
Te pedimos que nunca olvidemos el lugar de donde nos sacaste, para que siempre caminemos en humildad, amando a otros con el mismo amor con que Tú nos amaste.
Que nuestras vidas sean luz para los que todavía caminan en oscuridad.
Que nuestro testimonio sea un canto vivo de Tu poder restaurador.
Te entregamos todo lo que somos, con profundo agradecimiento.
En el nombre precioso de Jesús, amén.
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