El día que Cristo se entristeció y una voz le habló desde el cielo


El día que Cristo se entristeció y una voz le habló desde el cielo

Texto base:
Juan 12:27-30 (Reina-Valera 1960)

"Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. Y la multitud que estaba allí y había oído la voz decía que había sido un trueno. Otros decían: Un ángel le ha hablado. Respondió Jesús y dijo: No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros."

Cristo expresó abiertamente su turbación interior: "Ahora está turbada mi alma". El verbo usado en griego para "turbada" indica una fuerte agitación emocional, una perturbación profunda. Esto no es una muestra de debilidad, sino una revelación de su humanidad. Jesús, siendo plenamente Dios, también fue plenamente hombre, y en este pasaje se muestra profundamente conmovido por la cercanía de la cruz.

La Biblia Plenitud comenta que este momento revela la conciencia clara de Jesús respecto al sufrimiento que estaba por venir. No sólo el dolor físico de la crucifixión, sino la carga espiritual del pecado del mundo sobre Él. Su alma está afligida porque se avecina el momento en que será hecho pecado por nosotros (2 Corintios 5:21).

La Biblia Thompson asocia esta escena con otras de profundo significado espiritual: Getsemaní (Mateo 26:36-39) y la transfiguración (Mateo 17:1-5).

En todas estas, se manifiesta una lucha interna acompañada por una revelación divina desde el cielo. En Juan 12, Jesús no ora para evitar la hora, sino que se entrega a la voluntad del Padre: "¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora." Esta expresión es crucial: Cristo no retrocede ante el sacrificio; lo enfrenta con determinación.

La respuesta del cielo es inmediata y clara: "Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez." Esta es una afirmación divina del propósito eterno. Ya había sido glorificado a través de los milagros, la obediencia perfecta y su comunión con el Padre. Pero la glorificación mayor aún vendría: la cruz, la resurrección y la exaltación.

Es importante notar que la multitud no comprendió plenamente la voz del cielo. Algunos pensaron que era un trueno, otros que un ángel hablaba. Jesús aclara: "No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros." Este es un detalle importante. Aunque Cristo tenía perfecta comunión con el Padre, el Padre habló audiblemente para que los oyentes supieran que la misión de Jesús contaba con su aprobación celestial.

Hay momentos en la vida en que nuestra alma se turba, como la de Cristo. Hay decisiones que implican dolor, entrega, sacrificio. No es pecado estar turbado, pero es fundamental someter esa turbación a la voluntad de Dios. Cristo no negó su aflicción, pero se alineó con el propósito eterno. En medio de esa sumisión, Dios respondió. Cuando nos rendimos en obediencia, aunque con lágrimas, el cielo responde.

También vemos cómo muchos no comprendieron la voz de Dios. Esto sigue siendo una realidad hoy. Dios habla, pero muchos oyen sólo truenos. Falta discernimiento espiritual. Solo aquellos que están en comunión pueden percibir claramente el mensaje de lo alto.

Finalmente, este evento nos enseña que la gloria de Dios no siempre se manifiesta en grandezas humanas, sino en la obediencia a la cruz. Cristo fue glorificado no cuando evitó el sufrimiento, sino cuando lo enfrentó por amor y fidelidad. En nuestras vidas, la verdadera gloria está en vivir para el propósito de Dios, aunque implique dolor.

Este pasaje nos invita a confiar en el Padre, aún cuando nuestra alma esté turbada, a buscar su gloria por encima de nuestro alivio, y a aprender a escuchar su voz en medio del ruido del mundo.

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