El perdón y la sinceridad delante del Padre


El perdón y la sinceridad delante del Padre

El perdón es uno de los actos más profundos de amor que podemos vivir. Cuando Jesús nos enseñó a orar, dijo: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” (Mateo 6:12, Reina-Valera 1860). Esta oración no es solo una súplica, sino una enseñanza de cómo vivir el corazón de Dios en nuestra vida diaria.

Dios, que es misericordioso, nos llama a vivir en libertad. Y una de las cadenas más fuertes que atan el alma es la falta de perdón. Cuando no perdonamos, no hacemos daño solo al otro, sino también a nosotros mismos. Guardamos dolor, rencor y heridas que no sanan. Hebreos 12:15 nos advierte amorosamente: “Mirando bien que ninguno se prive de la gracia de Dios; que ninguna raíz de amargura brotando, os estorbe…” La amargura es como una semilla que, si se riega, crece y contamina todo el jardín del alma.

El Señor Jesús nos mostró con su vida y su muerte lo que significa perdonar. Aun en la cruz, con el cuerpo desgarrado y el alma dolida, oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34). Este es el amor más grande. Y si ese amor nos alcanzó a nosotros, también debe fluir a través de nosotros.

A veces nos cuesta perdonar porque el dolor ha sido real. Pero el perdón no siempre significa justificar lo que se hizo, sino liberar el corazón para que pueda sanar. No perdonar es como cargar con una piedra que el Padre nos pide dejar a sus pies.

También es importante ser sinceros con Dios. Él lo ve todo, no para condenarnos, sino porque desea sanarnos. Hebreos 4:13 nos recuerda: “No hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia.” Él conoce nuestros pensamientos, nuestras luchas y nuestras heridas. No necesita apariencias, sino corazones que se rinden en verdad. Cuando venimos a Él con sinceridad, incluso con dolor, Él no nos rechaza. Nos abraza con amor de Padre.

El Señor desea que vivamos libres, livianos, en paz. Y eso comienza cuando decidimos perdonar y ser transparentes delante de Él. Tal vez hoy sea un buen día para dejar en manos del Padre lo que ha dolido, y abrir el corazón para su sanidad. Él siempre está dispuesto a perdonarnos, y con ternura nos llama a hacer lo mismo. Porque el perdón no solo sana relaciones, también sana el alma.

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente