La raíz de amargura su efecto en nosotros y en los demás


La raíz de amargura su efecto en nosotros y en los demás

La amargura es una de las ataduras más profundas y destructivas que puede arraigarse en el corazón del ser humano. La Palabra de Dios nos advierte sobre esto con claridad en Hebreos 12:15: "Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados." (Reina Valera 1960)

Este pasaje nos revela varias verdades importantes. Primero, que la raíz de amargura impide alcanzar la gracia de Dios. La amargura no es simplemente un sentimiento pasajero de tristeza o enojo, sino un estado del corazón que se alimenta del resentimiento, del dolor no sanado, de las heridas no entregadas a Dios. Es como una raíz que crece en lo oculto, bajo tierra, pero que con el tiempo brota hacia la superficie, afectando nuestras palabras, nuestras decisiones y nuestras relaciones.

En segundo lugar, el texto dice que "por ella muchos sean contaminados". La amargura no es un pecado que afecte únicamente a quien la posee, sino que contamina. Se propaga. Una persona amarga proyecta su dolor, su crítica, su frustración y su enojo sobre otros. Puede contaminar a una familia, a una congregación, a una comunidad. La Biblia Plenitud comenta que esta raíz de amargura puede surgir del rechazo, de traumas pasados, de falta de perdón o de injusticias no tratadas con una actitud cristiana. Y si no se trata espiritualmente, se convierte en una fortaleza del enemigo en el corazón.

La amargura también endurece el corazón e impide que el Espíritu Santo obre con libertad. Efesios 4:31 nos exhorta: "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia." El apóstol Pablo no dice que debemos aprender a convivir con la amargura, sino quitarla. Sacarla de raíz. Esto no es un acto superficial. Requiere un proceso de rendición total a Dios, de perdón sincero, de confrontar el dolor y entregarlo a los pies de Cristo.

¿Cómo podemos salir de ese estado para ser libres en Cristo?

Primero, reconociendo que hay amargura en el corazón. Muchos creyentes viven atados sin saberlo, justificando su dureza emocional o su resentimiento por lo que han sufrido. Pero el Espíritu Santo trae luz. Él revela lo que está oculto para sanar lo profundo.

Segundo, perdonando de corazón. No porque la otra persona lo merezca, sino porque nosotros necesitamos ser libres. El perdón no es un sentimiento, es una decisión espiritual. Mateo 6:14-15 dice: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas."

Tercero, entregando a Cristo toda herida. Solo Jesús puede sanar lo que el alma no puede explicar. Isaías 53:4 dice: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores." Él tomó nuestras cargas. Al venir a su presencia con sinceridad, podemos dejar todo lo que nos ha contaminado.

Cuarto, llenándonos del Espíritu Santo. Cuando Él gobierna el corazón, el fruto del Espíritu se manifiesta: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad. No hay lugar para la amargura donde el Espíritu de Dios habita con plenitud.

Por último, renovando nuestra mente con la Palabra. Romanos 12:2 nos manda a no conformarnos a este siglo, sino a transformarnos por medio de la renovación del entendimiento. La amargura se vence con verdad. Y la verdad está en la Palabra.

En Cristo hay libertad. No importa cuán profunda haya sido la herida ni cuán fuerte la raíz. Dios tiene poder para desarraigar todo lo que el enemigo sembró y plantar en su lugar el amor, la paz y el perdón. La sanidad interior es una obra real del Espíritu Santo, y está disponible para todo hijo de Dios que desea caminar en libertad. Como dice Juan 8:36: "Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres."

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