El Propósito Eterno del Sufrimiento de Cristo y su Reflejo en el Cristiano de Hoy
El sufrimiento de Cristo no fue un hecho accidental ni una derrota trágica, sino una parte esencial del plan eterno de Dios para la redención de la humanidad. Desde antes de la fundación del mundo, el sacrificio de Jesús ya estaba determinado en los designios divinos. La cruz no fue una sorpresa en la historia, sino el cumplimiento del propósito divino de salvar al ser humano de la condenación eterna causada por el pecado.
Isaías 53:5 dice: Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Este texto revela no solo la intensidad del dolor que Jesús soportó, sino también el propósito de su sufrimiento: sanar nuestra alma, reconciliarnos con Dios y darnos paz.
En Hechos 2:23, Pedro afirma: a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole. Esto muestra que su entrega no fue una debilidad, sino una obediencia voluntaria al plan divino. Jesús mismo declaró en Juan 10:18: Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.
El propósito eterno del sufrimiento de Cristo fue abrir un camino de salvación para todos. A través de su sangre, se estableció un nuevo pacto, no basado en obras, sino en la gracia de Dios. Hebreos 9:12 dice: y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
El amor incondicional de Cristo se manifestó en su entrega sin reservas, aún cuando nosotros no lo merecíamos. Romanos 5:8 declara: Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Su amor no depende de nuestras obras, sino de su decisión de salvarnos.
Sin embargo, aunque Cristo ya cumplió la obra redentora, el sufrimiento no ha desaparecido del mundo. El cristiano moderno también sufre, pero de formas diferentes. No siempre se trata de persecución física, sino de luchas internas, rechazo social, presión cultural, ataques a la fe, y pruebas espirituales. Aun así, el sufrimiento del creyente tiene un propósito. Romanos 5:3-4 dice: Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza.
El sufrimiento actual es un medio por el cual Dios forma el carácter de Cristo en sus hijos. En Filipenses 1:29 dice: Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él. Esto significa que el sufrimiento es parte del llamado cristiano, y que en medio del dolor se puede crecer en fe, en dependencia de Dios y en santidad.
Jesús mismo dijo en Juan 16:33: En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo. Esta promesa nos recuerda que no estamos solos en nuestras luchas. Aquel que venció por medio del sufrimiento nos acompaña, nos fortalece y nos promete victoria.
El sufrimiento de Cristo fue el instrumento de Dios para alcanzar la salvación eterna. Su amor incondicional lo llevó a la cruz por nosotros. Y el sufrimiento del cristiano moderno, lejos de ser inútil, es un medio por el cual Dios sigue obrando, purificando y preparando a su pueblo para la gloria venidera. Como dice 2 Corintios 4:17: Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.
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