La Fe que Ilumina al Mundo
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se glorÃe.”
Efesios 2:8-9, RVR1960
La fe es el punto de partida de toda vida cristiana verdadera. No somos salvos por nuestras buenas acciones, ni por los rituales que cumplimos, ni por la apariencia que damos. La Palabra de Dios es clara: es por gracia, por medio de la fe, y únicamente por medio de Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6), y fuera de Él no hay salvación.
Muchos creen que tener fe es simplemente pedir y esperar recibir. Y aunque es cierto que Dios cuida de sus hijos y oye nuestras oraciones, la fe no fue dada solo para pedir bendiciones materiales o soluciones personales. La fe no es una herramienta para satisfacer deseos, sino una llama que debe arder para iluminar al mundo con la luz de Cristo.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.”
Mateo 5:14, RVR1960
El propósito de la fe es que, al creer en Jesús, seamos transformados en portadores de Su luz. No basta con decir “yo tengo fe”, si esa fe no produce un cambio que impacta a los demás. Santiago lo dice claramente: “Asà también la fe, si no tiene obras, es muerta en sà misma” (Santiago 2:17). Pero atención: no son las obras las que salvan, sino que la fe genuina produce obras que glorifican a Dios.
Entonces, ¿para qué nos fue dada la fe?
Para conocer a Cristo, y vivir conforme a Su voluntad. Para ser testigos vivos de Su amor, compasión, verdad y justicia. Para caminar en obediencia, confiando en lo que no vemos, pero sabiendo que Él es fiel. Para llevar esperanza a un mundo que vive en tinieblas.
No debemos usar la fe como si fuera un botón mágico para conseguir cosas. El verdadero propósito es reflejar la gloria de Cristo. Fe no es solo creer para recibir, es creer para dar, creer para brillar en medio de la oscuridad, creer para vivir una vida rendida a los pies del Señor.
“Para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
Mateo 5:16, RVR1960
Pidamos a Dios no solo cosas, sino una fe firme, madura y activa. Una fe que no busca solamente el beneficio personal, sino el avance del Reino de Dios. Que nuestra fe sea la que transforma, la que alumbra, y la que da testimonio de que Cristo vive en nosotros.
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