La práctica de “declarar” bendición: una evaluación a la luz de las enseñanzas de Cristo
En muchas iglesias hoy se escucha con frecuencia expresiones como “declaro sanidad”, “declaro bendición financiera”, “declaro que este será mi año”, entre otras. Estas frases están cargadas de una intención positiva, pero es necesario examinarlas a la luz de las enseñanzas de Jesucristo y de las Escrituras para determinar si son una práctica bíblica o una distorsión doctrinal. Esta evaluación se realizará usando la Biblia Reina-Valera 1960 y referencias temáticas concordantes de la Biblia Thompson.
Cristo no enseñó a declarar sino a orar
En los evangelios, el Señor Jesús jamás instruyó a sus discípulos a declarar con su boca lo que deseaban que ocurriera. En su lugar, los enseñó a orar con fe, a buscar al Padre, y a someterse a Su voluntad. El modelo de oración que enseñó en el monte no incluyó decretos humanos, sino dependencia y sumisión. La voluntad de Dios es el centro de la oración verdadera, no la voluntad del hombre.
Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra
Cristo mismo mostró esta actitud en Getsemaní. En su momento de mayor aflicción, no decretó que se apartara de él la copa, sino que la presentó con reverencia al Padre, reconociendo Su autoridad.
Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya
La enseñanza de Cristo es clara: la oración debe ser una expresión de comunión, confianza y sujeción a la voluntad del Padre. La declaración sin dirección divina se transforma en autoafirmación sin respaldo celestial.
El apóstol y la iglesia primitiva no declaraban, pedían conforme a la voluntad de Dios
Los apóstoles no enseñaron a los creyentes a declarar bendiciones ni a decretar lo que deseaban. Enseñaron a orar en el Espíritu, con fe, y sobre todo, conforme a la voluntad de Dios. La verdadera confianza está en saber que Dios responde conforme a su consejo, no a nuestra fórmula verbal.
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye
El apóstol Santiago también exhorta a no jactarse del futuro, sino a reconocer que todo depende del querer de Dios.
En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello
Estas enseñanzas están alineadas con la vida de humildad, dependencia y obediencia que caracterizó a Cristo y que debe caracterizar al discípulo.
La práctica moderna de declarar tiene influencias extra bíblicas
La doctrina de “declarar para poseer” o “decretar para que se manifieste” tiene similitudes con filosofías de pensamiento positivo, metafísica y Nueva Era. En ellas se enseña que el ser humano puede atraer lo que desea con sus palabras o pensamientos. Este tipo de enseñanza no proviene de Cristo ni de los apóstoles.
En contraste, las Escrituras enseñan que sólo Dios tiene poder para decretar el fin desde el principio. El poder no está en la palabra humana, sino en el consejo eterno de Dios.
Yo anuncio el fin desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero
Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió
La fe cristiana no se basa en el control humano sobre las circunstancias mediante palabras, sino en la confianza absoluta en el carácter y la voluntad de Dios.
¿Qué sí se puede declarar bíblicamente?
Lo que sí se puede y se debe declarar es la Palabra de Dios, sus promesas ya reveladas, su verdad eterna. Cuando un creyente proclama lo que ya está dicho por Dios, lo está confesando como verdad, no decretándolo como si dependiera de su palabra.
Podemos declarar que Dios es nuestro refugio, porque ya está escrito.
Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones
Podemos proclamar el evangelio, anunciar que Cristo salva, y predicar con autoridad porque estas son verdades reveladas por Dios mismo. No están sujetas a nuestra voluntad, sino al poder de la Palabra.
La práctica de declarar bendición o decretar cosas que aún no existen como si se fueran a cumplir por el simple hecho de decirlas, no tiene fundamento en las enseñanzas de Cristo ni en el ejemplo apostólico. No es un acto de fe, sino en muchos casos un intento de sustituir la oración, el quebrantamiento y la dependencia del Espíritu por una fórmula que se acerca más a la manipulación que a la fe.
Jesús enseñó a orar al Padre, a pedir conforme a la voluntad divina, y a confiar en el gobierno soberano de Dios. La iglesia primitiva vivió bajo esa enseñanza, y fue poderosa precisamente porque no confiaban en su propia palabra, sino en la del Señor.
Declarar sin dirección bíblica puede llevar a la frustración espiritual y al error doctrinal. La fe verdadera confía en que Dios responderá a nuestras oraciones, no porque las declaremos con insistencia, sino porque Él es fiel, justo y soberano.
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