Predicar el mensaje de Jesús como Él lo predicó


Predicar el mensaje de Jesús como Él lo predicó

En nuestros tiempos, es común ver púlpitos ocupados por palabras llenas de ideas humanas, frases motivacionales, o discursos vacíos que solo buscan entretener o provocar emociones momentáneas. Sin embargo, predicar no es simplemente hablar, sino proclamar el mensaje del cielo con la reverencia, la verdad y el poder con que Jesús lo hizo. El Señor nos dejó no solo un contenido, sino también un modelo: el contenido es el Reino, y el modelo es Cristo mismo.

Predicar como Jesús predicó es obedecer al Padre y ser guiados por el Espíritu Santo, no hablar por el impulso del corazón o por necesidad de ser escuchados. El Señor fue claro al decir:

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21, RVR1960).

Jesús no habló por sí mismo, sino por el Padre

Jesús fue el predicador perfecto. No improvisaba sermones desde su razonamiento humano, ni se dejaba llevar por las presiones culturales o religiosas de su tiempo. Él hablaba únicamente lo que el Padre le daba.

“Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar” (Juan 12:49, RVR1960).

Aplicación: Cuando predicamos sin orar, sin buscar dirección divina, sin escudriñar la Palabra, nos arriesgamos a hablar desde nosotros mismos y no desde Dios. Esto puede causar confusión, desviación o incluso daño espiritual.

Jesús predicaba con propósito eterno: el Reino

Desde el inicio de su ministerio, Jesús dejó en claro cuál era su mensaje

“Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17, RVR1960).

En la Biblia Thompson, el tema del Reino se conecta con la transformación, el nuevo nacimiento, la santidad y la esperanza futura. Jesús no predicaba para agradar, sino para salvar, confrontar y redimir.

Aplicación: Muchos mensajes hoy buscan “atraer multitudes” más que llevarlas al arrepentimiento. Predicar como Jesús implica no suavizar el mensaje, sino ser fieles al mandato celestial, aunque incomode.

Jesús predicaba con compasión, pero con verdad

“Y al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36, RVR1960).

Jesús no solo predicaba con autoridad, sino con ternura. Su compasión no lo hacía omitir la verdad, sino proclamarla con amor. Él no condenaba, pero tampoco encubría el pecado.

Aplicación: Un predicador del Reino debe tener el corazón de Cristo: no puede golpear con la Palabra ni suavizarla. Debe saber cuándo consolar y cuándo exhortar, siempre con humildad y temor de Dios.

El que predica sin ser enviado, habla por sí mismo

Dios advierte sobre los que predican sin haber sido enviados:

“Así ha dicho Jehová de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová” (Jeremías 23:16, RVR1960).

Hablar por hablar, solo para llenar el tiempo, para tener una opinión, o por costumbre, es peligroso y carnal. Aquel que predica debe hacerlo por mandato divino, por celo por el Reino, y bajo el fuego del Espíritu.

Somos embajadores, no protagonistas

El apóstol Pablo nos enseña con claridad cuál es nuestro rol:

“Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20, RVR1960).

Un embajador no tiene un mensaje propio. Habla lo que su Rey le manda. No predica para ser aplaudido, sino para representar al que lo envió. Nuestra tarea es ser fieles mensajeros, no creadores del mensaje.

El verdadero predicador vive lo que predica

Jesús vivía en santidad, oración, obediencia y humildad. Su vida era un sermón constante. Por eso, sus palabras tenían poder. El predicador de hoy debe ser ejemplo de lo que predica, porque el mundo está cansado de discursos y necesita testigos verdaderos.

“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1, RVR1960).

Aplicación: No podemos predicar fuego si vivimos en tibieza. No podemos hablar de pureza si nuestra vida está contaminada. La autoridad espiritual nace de una vida rendida a Dios.

Predicar como Jesús predicó es un llamado a la fidelidad, a la santidad y al amor. No se trata de ocupar un púlpito, sino de llevar una carga divina en el corazón. No es cuestión de palabras bien dichas, sino de una Palabra revelada y vivida.

“Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63, RVR1960).

Hablemos cuando Él nos hable. Callemos cuando Él calle. Seamos siervos que no tienen gloria propia, sino la gloria de Cristo reflejada en su obediencia.

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