Volver a la cruz: una urgencia olvidada en nuestros púlpitos
La voz que clama en el desierto
En los tiempos antiguos, Isaías profetizó:
“Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios” (Isaías 40:3, RVR1960).
Juan el Bautista tomó esta palabra como su llamado, anunciando al Mesías con fuego y verdad, sin temor a las estructuras religiosas. Hoy, esa voz debe alzarse nuevamente, no en el desierto físico, sino en el desierto espiritual de muchas iglesias donde ya no se predica la cruz, el sacrificio, el arrepentimiento, ni el juicio venidero.
El mensaje de la cruz: locura para el mundo, poder para el creyente
El apóstol Pablo lo dijo sin rodeos:
“Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:23-24, RVR1960).
Según la Biblia Thompson, este pasaje está vinculado a las referencias de Romanos 1:16 y Gálatas 6:14, donde Pablo reitera que el evangelio es poder de Dios para salvación y que él solo se gloría en la cruz de Cristo. El énfasis está en que no hay otro mensaje que tenga autoridad ni poder transformador más allá de la obra consumada del Calvario.
La Biblia Plenitud comenta sobre este pasaje que la cruz representa el mayor escándalo para el orgullo humano, pues confronta nuestra insuficiencia moral y nuestra necesidad absoluta de gracia. Sin la cruz, no hay evangelio. Sin sangre, no hay redención.
¿Qué se está predicando hoy?
Vivimos una época donde muchos púlpitos están llenos de discursos motivacionales, psicología positiva, prosperidad económica, crecimiento personal, y doctrinas centradas en el hombre. Se predica éxito, autoayuda, liderazgo... pero no a Cristo crucificado.
En Jeremías 6:14 (Tanaj y RVR1960) dice:
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz.”
Este versículo denuncia la falsa seguridad ofrecida por líderes religiosos que evitan confrontar el pecado. Hoy se repite este error: se anestesia la conciencia de los oyentes con mensajes de bienestar, sin confrontar la perdición eterna.
Jesús dijo claramente:
“Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28, RVR1960).
El infierno es una realidad que Cristo predicó. ¿Por qué, entonces, está ausente en tantos mensajes modernos?
El propósito del sacrificio: perdón y salvación
Desde la Tanaj, el principio de sustitución se ve claramente en el sistema sacrificial:
“Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Levítico 17:11, Tanaj/RVR1960).
Este principio alcanza su plenitud en Cristo:
“Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14, RVR1960).
Y en 1 Pedro 2:24:
“quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero”.
La Biblia Plenitud enseña que este sacrificio no solo justifica al pecador, sino que también inicia un proceso de santificación y restauración, que solo es posible cuando se reconoce el pecado, se acepta el perdón y se nace de nuevo en Cristo.
Sin arrepentimiento no hay salvación
Cristo mismo inició su ministerio diciendo:
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17, RVR1960).
El evangelio no comienza con una promesa, sino con una confrontación. El arrepentimiento es el primer paso. El problema es que muchos hoy quieren salvación sin cruz, bendición sin obediencia, y cielos sin renuncia.
Una iglesia sin cruz es una iglesia sin Cristo
Cuando se quita la cruz del mensaje, se quita a Cristo del centro. Y sin Cristo no hay evangelio.
En Apocalipsis 3:20 (RVR1960), Jesús dice:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo…”
Este versículo, muchas veces mal interpretado para incrédulos, es en realidad un reproche a una iglesia (Laodicea) que ya no tenía a Cristo adentro. Habían reemplazado la gloria por estructuras humanas. Y hoy sucede lo mismo.
La Biblia Thompson conecta esto con Mateo 23:27, donde Jesús llama “sepulcros blanqueados” a los fariseos. Hoy muchas iglesias también lucen bien por fuera, pero dentro están vacías del evangelio.
Conclusión: Volver al evangelio eterno
La única esperanza para el hombre es Cristo crucificado, resucitado y que viene otra vez. La iglesia debe volver a predicar lo eterno, lo que salva, lo que transforma:
La santidad de Dios.
La depravación del pecado.
El sacrificio sustitutivo de Cristo.
La necesidad de arrepentimiento.
El juicio venidero.
El cielo y el infierno.
La justificación por fe.
La transformación por el Espíritu Santo.
Como dice Pablo:
“¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16, RVR1960).
Que cada predicador, maestro y creyente vuelva a la Palabra, al poder del evangelio, y al mensaje que puede salvar las almas.
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